El otro día, en una comida familiar, me encontré ojeando la enorme colección de libros de mi tío, Jesús Mallo. Entre títulos de historia, política y diseño, uno en particular me llamó la atención:
“No Logo”, de Naomi Klein.
Lo abrí con curiosidad, sin demasiadas expectativas. Pero a los pocos minutos ya estaba atrapado por una idea que me pareció tan vigente hoy como en el momento en que se escribió:
el poder de las marcas ya no está solo en los productos que venden, sino en los valores, identidades y emociones que representan.
De símbolo comercial a símbolo personal
Klein escribió No Logo a finales de los 90, una época donde las grandes corporaciones empezaban a vender estilo de vida más que objetos. Nike no vendía zapatillas, vendía “espíritu deportivo”. Apple no vendía ordenadores, vendía “creatividad”. Starbucks no vendía café, vendía “pertenencia”. Todo esto me recordó mucho a una pequeña reflexión que hace el youtuber Nate Gentile en este vídeo:
Lo interesante es que, más de veinte años después, la situación ha dado un giro inesperado: ahora somos nosotros quienes nos hemos convertido en marca.
Nuestros perfiles, publicaciones y proyectos personales forman parte de una narrativa cuidadosamente construida: lo que compartimos, lo que no, lo que queremos representar.
Y eso no siempre es negativo; al contrario, puede ser una herramienta poderosa si se usa con intención. Pero también plantea preguntas incómodas:
¿Dónde acaba la persona y empieza la marca?
¿Hasta qué punto moldeamos nuestra identidad por la forma en que queremos que los demás nos perciban?
Entre la autenticidad y la estrategia
Vivimos en un mundo donde la visibilidad se ha convertido en capital. Las redes premian lo medible, y a veces lo medible no es lo más valioso.
Ahí No Logo sigue siendo una lectura sorprendentemente actual: su crítica al control de las marcas puede trasladarse, casi sin cambios, al control que ejercen las plataformas digitales sobre nuestra imagen.
Quizás la reflexión de Klein cobre hoy una nueva dimensión:
ya no es solo “no dejes que las marcas te definan”, sino también “no dejes que tu propia marca te consuma”.